Q POLVO ECHAN

Q POLVO ECHAN

jueves, 4 de febrero de 2010

capitulo 4




Es de noche. Las ocho y media. Aunque Emilio ha estado ya pendiente de David y se ha acercado al bar en dos ocasiones, necesita volver a verlo antes de dar por acabado su día. Al llegar no lo ve.
--¿¿es que no está?
Después de haber ido apropósito le hubiera dado mucha rabia no verlo. Lo ve en la barra que hay en el fondo, en donde está la caja que lleva el cálculo de las ventas tanto de la terraza como de las mesas que hay en el interior del bar. Está un poco inclinado, se le ve el trasero en pompa. Emilio se pone cachondo.
--¡¡es todo un lujo¡
Si David se hubiera mantenido por más rato en esa posición Emilio hubiera entrado en el bar. Ve que sale. Lleva algo en la mano. Emilio se queda sentado en el banco observando los movimientos de su camarero favorito. Unas rubias se le acercan a David.
--¿¿Qué querrán esas golfas? –piensa Emilio.
David arregla una sombrilla y luego deja en unas mesas lo que lleva en la mano (servilleteros). En el momento en el que el camarero quiere volver a entrar en el bar, una pareja de ancianos está por pasar en frente, entonces David los esquiva. Hace una rápida maniobra para entrar antes que los ancianos le barran el paso. Luego sale con tres vasos en la mano que deja en la mesa de las rubias.
--bueno, menos mal que son sólo clientas –piensa Emilio que ha sentido celos de lo que pudieran querer las rubias.
David se frota las manos mientras habla con las rubias. Sonríe.
--¡¡golfas, que rabia¡ --piensa Emilio.
En ese momento, Emilio quisiera poder ser una de esas rubias para dejar que David le sonríe y le hiciera lo que le viniera en gana. Le duele mucho pensar que cualquier rubia podría disfrutar de David pero no él. David entra corriendo de nuevo en el bar.
--Este tío me gusta mucho. Es un gustazo mirarlo –dice Emilio para sí.
Emilio se quedaría horas ahí sentado admirando la belleza de David. Siguen mirando. Se da cuenta que las rubias no están en la mesa donde ha dejado los vasos sino en la de al lado. A las rubias les pone una cerveza. Inclina un poco el culo y a Emilio le pone cachondo. Le gusta mucho David tan elegante con unos pantalones azul marino que lleva en las noches. Camisa morada.
--¡¡que sexy es¡
David se mete en el almacén y ya no sale. Emilio lleva ya un rato sin verlo.
--¡que lástima¡
Aprovecha ese momento para irse. Sabe que tiene que hacerlo pero si David está delante se engancha y no puede. Por él se quedaría hasta que David acabara pero tampoco quiere que su presencia sea notada ni por David ni por nadie del bar. Emilio siempre hace lo mismo, en el momento que David no está para irse. Emilio pensaba que David saldría más de noche así que le sorprende ver que se va en ese momento. Lleva la misma ropa de en la mañana y una bolsa en el hombro.
--¡¡está sí que no me la esperaba¡
Le gustaría acercarse a él, hacer como si se lo encuentra casualmente pero no se atreve. Además David baja la calle veloz. Casi desaparece sin que Emilio se dé cuenta.
--tampoco me atrevería a decirle nada. No tiene caso que lo siga… Además no se trata que piense que lo acoso. Cuando más me acerque a él más raro se le hará verme aquí sentado…
Así que lo deja ir con tristeza y con ansiedad. Se queda con la pena que David no forma parte de su vida pero con la alegría de haberlo visto. Además a Emilio le excita pensar que en el plazo de tiempo en el que ha visto entrar a David con una ropa y ha salido con otra pues este estaba en algún lugar del bar desnudo.
--¡que cachondo me pone imaginarse a ese pedazo de macizo en calzoncillos…¡ ¡¡cómo me gustaría poder mirar por un agujerito¡
Muy caliente va hacia su casa. En donde se desahoga en solitario imaginándose el cuerpo desnudo del guapísimo camarero.



David llega a su casa con ganas de una ducha.
--¡mamá no hay toallas¡ --se queja el chico.
Desde la cocina, la mujer le grita:
--¡en el cajón están las nuevas… agarra una…¡
Al ir a tomar una toalla, David se da cuenta que debajo de las toallas hay una foto. Es de un tipo muy parecido a su padre pero con gafas y feo.
--hijo, ¿las has encontrado?
David muestra esa foto a su madre:
--¿Quien es?
--¡¡¿Dónde has encontrado esto? ¡¡si tu padre la ve se va a enojar mucho¡ ¡¡Creí que las habíamos tirado todas¡
Los nervios de su madre causan una gran curiosidad en David.
--¿no me digas que el viejo tiene ese cuerpazo porque se hizo una cirugía pero que era un monstruito? –dice David riendo.
La madre le da un golpe en la cabeza:
--¡no seas irrespetuoso¡
David se da cuenta de que esa foto despierta una gran herida en su madre.
--pero ¿qué pasa con esa foto?
Muy molesta, la mujer dice:
--¡nada¡
Y con dolor rompe la foto
--¿¿Porque la rompes…?
David no entiende nada y cómo no está dispuesto a que no le expliquen lo que pasa y tiene miedo que su esposo llegue y se entera que David ha visto la foto acaba hablando:
--¡Es un hermano mellizo de tu padre… pero me tienes que jurar que no le dirás a tu padre que sabes de él¡
--S i claro ¿Y qué pasa?
--Es que no se puede hablar de él…
David siente el dolor de su madre y quiere saber que es lo tan grave que hizo.
--¡es maricón… es la vergüenza de la familia¡ ¡¡olvídalo¡ Está muerto para nosotros.
A David le impresiona que por ser gay su padre haya borrado a su hermano. No tiene dudas que a él le haría lo mismo. Se encierra en el baño. Se mira en el espejo.
--¡no yo no soy gay¡ --se dice atormentado.
Siente una fuerte atracción hacia los hombres que no puede controlar pero sabe que para su padre sería poco más que un monstruo y le da miedo tener que enfrentar las consecuencias. Llora.

En ese momento, el hombre de la foto está buscando plan para el desahogo de la noche en sección contactos de periódico. Hace la llamada, quedan de acuerdo en el precio y la hora. Y espera. Por momentos excitados:
--¡espero que sea guapísimo¡
También frustrado. Está harto de pagar para que se acuesten con él. Su físico lo tiene muy acomplejado y encerrado en sí mismo. No tiene espejos pero una vitrina le devuelve una imagen que no le gusta.
--con esta cara… es que gratis nadie me miraría… En todo caso otro monstruito como yo y para eso no me hace falta estar con un hombre.
Está triste y solo. Su familia le ha dado de espaldas por no vivir una mentira. En la vitrina hay una foto de él con su hermana y el pequeño hijo de éste, David. Mira la foto con cariño y tristeza. Renunció a su familia porque no quería ocultar su sexualidad:
--Y total para no tener novio… Eres un inútil, Nicolasito –se reclama para sí mismo.
Sueña con una relación estable. Su soledad le ha frustrado y amargado.

David está soñando. Allá donde las frustraciones no cuentan sueña que se encuentra en el vestíbulo de su casa con el hijo de sus vecinos. De origen musulmán. Recién cumplidos los 18 años. David y él se encuentran cara a cara. Se saludan. El musulmán va a la playa. Su torso descubierto hace las delicias de David. Es un pecho tierno que a David le pone cachondo. Parece que lleva bañador pero se le ve la goma de los calzoncillos lo que enciende aún más la pasión de David. David le habla nervioso pero excitado. Duerme con una sonrisa, siente como real el deseo que está sintiendo.
--¿eso que llevas es bañador o pantalones?
El musulmán le guiña el ojo:
--No sé… ¿lo quieres comprobar?
Le coquetea y eso le pone nervioso. El chico se va a bajar los pantalones:
--¿¿qué haces?¿y si nos pillan?
--¿a caso no me quieres ver la verga?
El tono oscuro de la voz de él, su acento… David está ardiendo. No tiene miedo. El deseo ha borrado el miedo. Se arrodilla ante él. Tiene los genitales del otro en la cara.
--¡mámamela¡
David siente una explosión interna en cuanto se introduce esa tierna lanza en la boca. Se despierta sofocado y con el pijama mojado. Excitado pero lleno de culpa y angustia. Siento que ser gay va contra sus padres y eso le hace mucho daño.

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